El Brexit tiene implicaciones grandes y, en su mayor parte, imprevistas para la industria nuclear.
Cuando Gran Bretaña votó para dejar la Unión Europea en junio pasado, pocos votantes pensaron en lo que la decisión significaría para la gran cantidad de material radiactivo existente en el país.
La central nuclear de Sellafield, situada en la costa del noroeste de Inglaterra es la mayor reserva mundial de plutonio civil y acumula plutonio suficiente como para fabricar 20.000 bombas nucleares. Además, aquí se han almacenado los residuos de décadas de procesamiento de combustible nuclear en centrales eléctricas no solo de Reino Unido, sino también de Alemania, Francia, Suecia y otros países europeos.
Sellafield está actualmente supervisada por inspectores de Euratom, un organismo paneuropeo que regula el uso de la energía nuclear. Pero la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea requerirá la retirada de Euratom, que sigue siendo controlado por la U.E. a pesar de ser una entidad jurídica independiente.
Reino Unido deberá aprobar una nueva legislación para establecer así un nuevo sistema de salvaguardia, y después tendrá que buscar al personal necesario para hacer este trabajo en una industria conocida por su escasez de personal cualificado. Asimismo, deberá establecer hasta 20 acuerdos con otros países como Estados Unidos y Japón, que no pertenecen a Euratom.
En juego está no solo la salvaguardia de Sellafield, sino también pilares fundamentales de la seguridad energética, investigación científica e incluso de la medicina de Reino Unido.
Si Reino unido no establece garantías y otros principios que permitan el cumplimiento de las normas internacionales, la actividad nuclear no podrá continuar en el país y las consecuencias potenciales irán desde el cierre de las centrales nucleares hasta la pérdida de radioterapia para el tratamiento del cáncer.